viernes, 12 de septiembre de 2008

Los Girasoles Ciegos


Pese a que el guión está firmado por el recientemente desaparecido Rafael Azcona, a quien va dedicada la cinta, podíamos decir que ha sido uno de los peores trabajos de su carrera. Ambientada en la España de la posguerra, narra la historia de una familia republicana que se oculta de la cacería franquista aparentando su afinidad al nuevo gobierno. El problema está en que el padre de familia, Javier Cámara, es uno de los republicanos más buscados por el régimen, por lo que su mujer, Maribel Verdú, debe ocultarle ante las continuas acometidas de la policía por encontrarle, y especialmente al diácono interpretado por Raúl Arévalo.
Hasta aquí parece que la historia tiene cierta coherencia, e incluso si se hubiera tratado correctamente podíamos encontrarnos con una cinta más que digna; eso si, siempre que no se caigan en los más que repetidos estereotipos de las historias ambientadas en la posguerra. El problema aparece cuando entran en escena otros elementos que buscan complementar el argumento principal para hacerlo más complejo y para conseguir una historia más madura. Sin embargo estos hilos secundarios lo único que producen es confusión y la sensación de que lo que se cuenta no tiene nada que ver, o por lo menos no aporta nada, a la vida del matrimonio republicano.
Si la historia de por sí no consigue atrapar al espectador por los numerosos hilos argumentales que no conducen a ningún lado o que no se cierran correctamente, los actores tampoco ponen mucho de su parte. Maribel Verdú ya nos ha (mal)acostumbrado a unas grandísimas interpretaciones y es una garantía de saber hacer. Junto con Cámara, son los únicos que se toman en serio su trabajo e intentan sacar la historia adelante.
En cuanto a los demás, no les ayudan mucho. Raúl Arévalo, tras ver El Camino de los Ingleses y AzulOscuroCasiNegro, parecía un actor bastante respetable (aunque también hay que decir que en las películas citadas sus personajes eran muy similares), sin embargo en la que nos ocupa no transmite nada con su personaje de diácono utilizado por la Iglesia para su propio beneficio. Su doble moralidad, sus recuerdos de la guerra, se quedan en nada en unos gestos estereotipados y frases inexpresivas que no ayudan al conjunto en absoluto.
El resto del reparto es más de lo mismo, haciendo hincapié en Martín Rivas que parece no haber salido de la pantalla pequeña.
Poco más que el dúo protagonista se puede salvar de la película, por no decir nada más. La historia tiene un comienzo prometedor, que invita al espectador a seguir la historia y a interesarse por los personajes que la ocupan. Pero poco a poco se van añadiendo otros elementos secundarios, absolutamente prescindibles, que la empañan y la convierten en una producción muy alejada de lo que podría haber conseguido.
Me pregunto qué habría sido de ella si Cámara y Verdú no hubieran interpretado al matrimonio protagonista. Mejor no saberlo.

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