viernes, 29 de agosto de 2008

¿Quién puede matar a un niño?


A finales del año pasado el cine español, y concretamente el género de terror, vivió un momento cuanto menos significativo con los estrenos de El Orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007) y [REC] (Jaume Balagueró & Paco Plaza, 2007). El éxito que obtuvieron ambas, tanto de crítica como de público, supuso un punto de inflexión en un género tan infravalorado como el de terror, especialmente si hablamos de producciones nacionales.
Otro de los hitos de cine de terror nacional es la película que nos ocupa. Dirigida por Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador, creador del famoso programa televisivo Un, dos, tres... Responda otra vez, y que ha dedicado gran parte de su carrera a ese tipo de obras.
Hay que tener en cuenta que la cinta data de 1976, cuando España se encontraba en plena Transición. Nuestro país se estaba librando de la ataduras de una dictadura que había durado más de 35 años y una de las primeras películas que hicieron fue sobre la moralidad de asesinar niños dependiendo de la situación. Ese es el tema principal que quiere destacar el director con su película, por eso la frase del título no puede ser más elocuente. Si el espectador se encontrara en esa situación, ¿sería capaz de asesinar a esas criaturas para salvar su propia vida?¿o se derrumbaría ante la discusión moral de que no deja de ser un niño pese a todas sus maldades?
Estos sentimientos también los puede experimentar el espectador gracias al director, que mantiene durante toda la película un estilo muy documental de la historia, a lo que ayuda enormemente la fotografía de José Luis Alcaine. Los planos claustrofóbicos, con un montaje frenético en las escenas de mayor tensión, son realmente expresivos y consiguen un impacto visual considerable.
El guión es uno de los apartados que más flojea en el conjunto. No se ha desarrollado todo lo posible la historia, por otro lado llena de posibilidades, de una isla donde unos niños asesinan brutalmente a todos los adultos que ponen los pies en ella. No se juega demasiado con la claustrofobia que deben sentir los personajes al estar en un lugar del que no pueden salir y completamente rodeados de seres malignos con formas infantiles. Más bien se hace hincapié, ya al final, de esa difícil decisión de acabar con esas criaturas para poder sobrevivir, sin jugar demasiado con los momentos de terror puro (que los hay) como la típica persecución de los protagonistas por los malos.
Parece que se queda a un paso de conseguir un propósito mucho mayor, que podía haber llegado pero cuyo resultado final no ha logrado. De todos modos, la cinta transmite otras ideas que sólo puede experimentar el espectador viéndola.

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