viernes, 18 de julio de 2008

Soy un Cyborg



Park Chan-wook es un nombre ligado, inevitablemente, a la llamada “trilogía de la venganza”: Symphaty For Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Sympathy For Lacy Vengeance (2005). Su visión de ese sentimiento como algo innato del ser humano mediante estas tres películas le trajeron el reconocimiento de la crítica internacional, y le permitieron exportar sus producciones por todo el globo. Park Chan-wook ha dado un giro de 180 grados en su filmografía y se adentra en un terreno más que escabroso e incluso marginado en la actualidad como es la ciencia-ficción.
¿Pero es en realidad una película tan distinta dentro de la filmografía del director? La respuesta depende del apartado que pretendamos analizar: si nos fijamos en la forma del film descubrimos que es algo que no se puede relacionar con otras películas del director como, por ejemplo, Oldboy. Sin embargo, los temas que trata y el mensaje que esconde no pueden ser más del estilo de Park Chan-wook: la venganza y la violencia que guían cada decisión de la protagonista, interpretada por una impasible Su-jeong Lim, que se pregunta durante todo el largometraje cuál es su objetivo en la vida y cómo puede acabar con todos los hombres de bata blanca que le impiden devolver a su abuelita su dentadura postiza. Escenas como las matanzas que lleva a cabo el personaje central de la historia muestran que el director no ha dejado de lado el estilo violento que le ha dado renombre mundial y que sabe aplicarlo en sus películas cuando es necesario.
Lo que más destaca es el enorme poder visual que impregna cada uno de los fotogramas del film. Con una originalidad y un colorido más propio de una obra pop de Lichtenstein, el director nos muestra un psiquiátrico que se aleja por completo de cualquier sentido pesimista y deprimente que pueda conllevar. Park Chan-wook se inclina por crear un micro universo que gira sobre sí mismo y que no entiende de factores externos, sino que desarrolla todas las situaciones en su propio interior.
La locura no se muestra como un elemento negativo, ni como una enfermedad que se deba erradicar: en este caso los seres que deben curarse parecen ser los propios médicos, que muestran una visión más distorsionada de la realidad que los propios internos. Esta pequeña sociedad que se da entre los pacientes del centro está muy alejada del punto de vista que se puede observar en otras producciones como la tétrica Session 9 (Brad Anderson, 2001) o la contundente Alguien voló sobre el nido del cuco (Milos Forman, 1975), donde los pacientes no están, cuanto menos, felices de encontrarse ingresados en un centro psiquiátrico.
Pese al cambio de registro tan radical que nos ofrece el director en esta película, cabe decir que Park Chan-wook ha demostrado, de momento, que sabe salir airoso de todo tipo de géneros, sin importar su grado de violencia.

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