lunes, 5 de mayo de 2008

Bajo el Sol de Satanas

SOUS LE SOLEIL DE SATAN (1987) (Dir. Maurice Pialat, Francia)




“Si no me quieren, déjenme decirles que yo tampoco”, respondía Pialat contra el público que lo silbaba y abucheaba en el mismo momento en el que estaba recibiendo la Palma de Oro en Cannes, por esta película.

Este gran director francés (1925-2003) se mantuvo siempre al margen de todo, sin embargo sus películas nunca pasaron desapercibidas. Su primer acercamiento a las artes fue de la mano de la pintura y sería tiempo más tarde, con el cine, donde podría desplegar toda su genialidad. Con “El Amor existe (1961)”, documental que relata una Francia de la post-guerra de 1950, ganó el primer premio de su carrera en el Festival de Venecia.

Considerado el John Cassavetes de Francia, resulta difícil cualquier intento de encasillarlo. Un hombre que en medio de la Nouvelle Vague del cine francés, se mantiene fuera de la misma para seguir su propio camino. Un personaje de singular autenticidad, un buscador del momento inmediato, las sensaciones frescas en la filmación de las escenas. Tanto es así, que era conocido por no dudar en someter a torturas psicológicas a sus actores hasta llevarlos al punto exacto emocional requerido para una escena.

“Sous le soleil de Satan” está basada en el primer libro que escribió Georges Bernanos, con el mismo título, en 1926. Con adaptación del guión de Silvie Danton y el propio Pialat, esta es una historia de la eterna lucha entre el bien y del mal. Pialat transforma la original narración espiritual y metafísica, en un problema al que suma la parte psicológica.

Un reciente ordenado cura, Donissan (Gerard Depardieu), le confía a su superior Menou-Segrais (Maurice Pialat) las dudas que lo atormentan respecto de su vocación. No escapan a su juicio su mediocre paso por el seminario y sus limitadas capacidades intelectuales. De la boca del agobiado cura escuchamos que se siente como el número “cero” que, sin otro número al lado - en referencia al total soporte de su superior - carece de valor por sí solo.

Se introduce entonces, en un salto en la película, como contraste al personaje de Donissan, a Mouchette (Sandrine Bonnaire), una desequilibrada y hermosa joven, amante de dos hombres, que lleva en su vientre al hijo de uno de ellos. Es en esta parte donde ella pregunta “porqué no podemos ser como los animales, ellos viven sin pensar”. Queda planteada entonces la discusión entre el actuar de los seres humanos, en general cercano más a una conducta animal, contra la hipocresía del deber ser, el del intelecto social y religioso.

Y regresamos a Donissan. El debe ir a pie a un pueblo vecino. Acompañamos al cura, en medio de paseos interminables por la húmeda campiña del noreste de Francia. Nos vamos metiendo cada vez más profundo en su alma, hasta la medida exacta que Pialat busca. Cae la noche. Una nebulosa noche que llega en el momento justo del estado psicológico del cura y es aquí donde irrumpe un personaje que no tarda en revelarse como el mismo Satanás (Jean-Christophe Bouvet). Se despide del cura y le deja un vengativo regalo: el don de ver claramente el alma humana. Y agrega: “muchas veces te ocupas de mi pensando que te estás ocupando de Dios”. Esta frase marca a Donissan hasta el final de la película. Incluso después de realizar un milagro imposible, duda y grita “¿Quién está detrás de esto Maestro, Tú o Él?”

La luz que acompaña o se ausenta de las distintas escenas de esta película, nos va dando el marco perfecto de las características de los personajes. Las largas escenas silenciosas de paseos interiores dentro de las mentes y espíritus de Donissan o Mouchette, no requieren de diálogo alguno para que podamos percibir lo que les sucede. Sus miradas y gestos hablan por demás. El realismo descarnado pero sin desbordamientos sentimentales de las escenas más brutales de la cinta – flagelación, suicidio, por nombrar algunos-, son ejemplos de las dosis perfectas del juego psicológico que Pialat conocía y confería a sus personajes.

Amado u odiado, sin términos medios, un ser que nos dejó de legado un despiadado espejo mágico en sus filmes, que nos devuelve el reflejo de nuestros sentimientos más obscuros. Decían que dejar un set de Pialat como actor sin ser afectado era imposible. De la misma manera, ver una película de Pialat como espectador sin ser modificado también lo es.


Guillermina Montanari

No hay comentarios: