martes, 17 de junio de 2008

Como la Vida Misma


Carell da vida a un periodista viudo de mediana edad que debe encargarse de cuidar y educar a sus tres hijas. Ese es el prometedor prólogo de la cinta, pero rápidamente se ve truncado por el giro que toma la historia y que la convierte en una comedia romántica más, donde el protagonista conoce a la que cree que es el amor de su vida pero con la que (por si alguien tenía dudas) no puede estar.
Centrándonos en el propio desarrollo de la cinta es muy significativo destacar que sus primeros 10 minutos consiguen transmitir al espectador muchos más sentimientos, más información psicológica de los personajes de Carell y sus hijas que en la hora y media restante: desde que el protagonista llega a la reunión familiar, donde conocerá a la chica de su vida, entramos en un juego de tópicos tan usados y reutilizados en este tipo de películas que no dejan ningún tipo de elemento para la sorpresa.
Si esto sucede es principalmente por “culpa” de su guión, y consecuentemente del guionista. Como decía antes, el prólogo nos transmite más información del cuarteto protagonista porque el resto de la película intenta abarcar a todos los personajes de la familia y le queda demasiado grande. Así, mientras que al principio consigue afrontar la ardua tarea de presentación rápida pero efectiva, luego cae en su propia trampa al introducir a tantos personajes sin ninguna razón de ser: tienen la misma importancia los sobrinos que sólo pronuncian unas pocas frases que los hermanos del protagonista que intervienen en la mayoría de las escenas. Casi todos ellos se convierten en títeres que deambulan por la pantalla sin aportar nada a la trama, sin ayudar al desarrollo de la historia ni del padre enamoradizo al que da vida Carell.
Sin embargo ese “casi” tiene un porqué y es que no todos los personajes carecen de trasfondo psicológico. El protagonista es el único que mantiene el tipo dentro de ese popurrí de familiares figurantes, aunque tampoco sea gracias al guión: Steve Carell se echa a la espalda todo el peso de la película y lo lleva con cierta soltura, sobre todo porque hasta él está limitado dentro de la historia. Algo muy significativo es que se le nota más suelto en las escenas dramáticas que en los contados números jocosos que aparecen, quizá para evitar ese encasillamiento en el que caen la mayoría de actores cómicos.
Lo que podía haber sido una mirada seria sobre un padre de mediana edad que tiene que educar a sus tres hijas, evitando las comparaciones con obras similares como la serie de los 80 Padres Forzosos, se transforma repentinamente en otra comedia romántica a las que (desgraciadamente) tanto estamos acostumbrados. Una auténtica pena.

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