Si alguien puede ser definido como un cineasta kamikaze, ese es Julian Schnabel, autor inclasificable que aporta magia y poderío a cada proyecto que acoge, por vació que este, a priori, resulte. La escafandra y la mariposa es una obra personalísima, basada en una historia real, la de Jean-Dominique Bauby, redactor jefe de la revista Elle, que sufrió una embolia masiva a los 43 años que le dejó en coma durante tres semanas y que al despertar se dio cuenta de que estaba paralizado de la cabeza a los pies, salvo uno de sus ojos, del que aún conservaba su movimiento y con el que podía parpadear. A partir de ahí, en el hospital de Berk-Sur-Mer pensaron en ofrecerle una manera de comunicarse. Ordenaron el alfabeto con las letras más utilizadas y mientras las enfermeras le iban dictando las letras, él parpadeaba una vez cuando llegaba la letra que le interesaba y así podía llegar a formar una frase. Lo curioso es que con este método, el señor Bauby empezó a escribir un libro, el de La escafandra y la mariposa.
Ante la aparente dificultad de la plasmación en imágenes de esta claustrofóbica historia, Schnabel recrea un universo personal, donde la realidad y la vigilia se entremezclan en un relato, a ratos surrealista, que nos embulle en una obra que nos cautiva, como la enfermedad cautiva a un hombre en la metáfora de la escafandra y nos hace volar cual mariposa, por el universo onírico y personal del protagonista, un sensacional Mathieu Amalric inmensamente expresivo en su aparentemente inerte interpretación. La culpa la tiene la constante voz en off, irremediablemente embriagadora y poética, y momentos inconmensurablemente brillantes, como la primera visita de los hijos al hospital, la historia del cambio de avión, inequívocamente metafórica o todas y cada una de las escenas de un impresionante Max Von Sydow (que hace del padre del protagonista). La película tiene dos partes claramente demarcadas. Una primera, donde la cámara subjetiva es protagonista absoluta (para mi la más brillante) y un segundo acto donde el protagonista “cobra vida” y comienza a relacionarse con su entorno.
La escafandra y la mariposa es una obra redonda, sobre los deseos perdidos, las tareas inacabadas, los sueños inalcanzables, lo banal de la vida y la importancia que cobran los detalles cuando son lo único que tenemos, pero también una gran reflexión sobre lo fútil de la existencia. En palabras del protagonista: Hoy siento que toda mi existencia es una cadena de pequeños errores. Mujeres que no fui capaz de amar, oportunidades que no pude aprovechar, momentos de felicidad que deje escapar. Una carrera cuyo resultado me era conocido de antemano, pero en la que he sido incapaz de apostar al ganador. ¿Estaba ciego o sordo? ¿O necesitaba una desgracia para ver mi verdadero ser?
Ante la aparente dificultad de la plasmación en imágenes de esta claustrofóbica historia, Schnabel recrea un universo personal, donde la realidad y la vigilia se entremezclan en un relato, a ratos surrealista, que nos embulle en una obra que nos cautiva, como la enfermedad cautiva a un hombre en la metáfora de la escafandra y nos hace volar cual mariposa, por el universo onírico y personal del protagonista, un sensacional Mathieu Amalric inmensamente expresivo en su aparentemente inerte interpretación. La culpa la tiene la constante voz en off, irremediablemente embriagadora y poética, y momentos inconmensurablemente brillantes, como la primera visita de los hijos al hospital, la historia del cambio de avión, inequívocamente metafórica o todas y cada una de las escenas de un impresionante Max Von Sydow (que hace del padre del protagonista). La película tiene dos partes claramente demarcadas. Una primera, donde la cámara subjetiva es protagonista absoluta (para mi la más brillante) y un segundo acto donde el protagonista “cobra vida” y comienza a relacionarse con su entorno.
La escafandra y la mariposa es una obra redonda, sobre los deseos perdidos, las tareas inacabadas, los sueños inalcanzables, lo banal de la vida y la importancia que cobran los detalles cuando son lo único que tenemos, pero también una gran reflexión sobre lo fútil de la existencia. En palabras del protagonista: Hoy siento que toda mi existencia es una cadena de pequeños errores. Mujeres que no fui capaz de amar, oportunidades que no pude aprovechar, momentos de felicidad que deje escapar. Una carrera cuyo resultado me era conocido de antemano, pero en la que he sido incapaz de apostar al ganador. ¿Estaba ciego o sordo? ¿O necesitaba una desgracia para ver mi verdadero ser?
1 comentario:
y uno con todas las capacidades y se queja de todo. Berraco este tipo que logró vencer todo lo que se le puso por delante y con sólo su ojo izquierdo mover el mundo eso es mucha berraquera.Un EJEMPLO.
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